CAP 1 origen y condiciones del planeta Tierra en su primera etapa

Observando a los moradores de la Tierra desde el lejano pasado y hasta nuestros días, todo hombre pensador -desde el labrador que va tras su arado, hasta el intelectual ocupado en su gabinete- se pregunta; ¿Cuando y cómo apareció la Tierra?, ¿De donde vino y hacia donde se dirige el hombre?, ¿Para i.e. existe la Tierra y i.e. espera en el futuro a nuestro planeta con su superpoblación?.

Desde tiempos remotos conocidos para el hombre existieron y existen, diversos pensadores, filósofos y religiosos que esforzaron y esfuerzan intensamente su pensamiento con el propósito de hallar respuesta para s.f. mismos a estas preguntas y verter alguna luz a aquellos que se interesan por la historia y destino del mundo.

Teorías mítico-religiosas

Desfila ante nosotros una sucesión de sistemas religiosos desde la Antigüedad hasta nuestros días; la religión del antiguo Egipto, de Asiría, de Babilonia, de Grecia, de Zoroastro, de Buda (modernamente traída de Occidente bajo la forma de Teosofismo), el Sintoísmo y muchas otras. Cada una de ellas presenta una respuesta a la Humanidad a su manera; cabe señalar, empero, que en ninguna de ellas encontramos algo claro y positivo que satisfaga el corazón humano, ya que todas estas religiones están envueltas en la niebla del misterio y las aparentes luces de un misticismo religioso que se pierde en los albores de la Historia.

Hipótesis seudocientifica
La primera respuesta que se ofrece a los moradores de la Tierra en los pupitres de los colegios y universidades contiene dos hipótesis. Una, la de que billones de años atrás nuestro planeta era una masa de materia ígnea, separada del Sol y se hizo su compañero en el Universo.
La segunda hipótesis, similar a la primera, afirma que la Tierra se formó de la energía, de la que había gran cantidad en el Universo. Una vez condensada y recibida la debida forma, conocida como masa, por muchos millones o quizá billones de años flotaba en el vasto espacio, sin ninguna vida orgánica en ella.

Finalmente, en determinado momento -no se sabe de donde- apareció en la Tierra una sustancia denominada "protoplasma". Acerca del origen de la misma, la ciencia no está en condiciones de aclarar nada; no obstante, siguen con la idea de que apareció casualmente. En los ulteriores millones de años esta sustancia cubrió nuestro planeta con vida vegetativa. Alguna vez cierta partícula de protoplasma empezó a producir diferentes movimientos espasmódicos y apareció la vida animal. Bajo el influjo de estos movimientos comenzaron a retoñar extremidades que vinieron a convertirse en pies, brazos, alas y cola, y los tales seres se extendieron por el agua, los aires y la tierra por una evolución incesante, de generación en generación. Esto significa, dicho de otro modo, que el animal tuvo deseos de andar y se fabricó por s.f. mismo las rótulas, tendones, músculos y sistema nervioso que impulsa los músculos. Era ciego, pero sin saber lo que era la luz ni las leyes que la rigen, se fabricó por s.f. mismo un ojo, con su glóbulo, retina, cristalino, glándulas lacrimales, parpados (en algunas especies) y, en todas, nervio óptico compuesto por millares de fibras, que traen las diversas imágenes, con sus colores, al cerebro. Siendo sordo, quiso escuchar, y aun desconociendo las leyes del sonido, inventó y construyó el maravilloso y complicado aparato auditivo: etc., etc.
¿Es esto posible?

Y cuando hubo llegado la ininteligente arriba al grado de mono, una de las razas de simios se convirtió en un homen sapiens, capaz, no tan solamente de hablar y tener pensamientos constructivos (no solo imitativos, separándose así de todos los individuos de su raza), sino que adquirió también, este robot de carne sin inventor ni constructor, el conocimiento de su propia existencia y los conceptos de tiempo y espacio, hasta el punto de venir a ser capaz de preguntarse: "De donde vengo?, ¿a donde voy?, y ¿cómo se originaron las maravillas que me rodean?."

Esta es en síntesis, la respuesta de la sabiduría de este siglo a la pregunta del origen de la Tierra y de todo lo que la habita.
¿Es sensata y verosímil?
La respuesta de la sabiduría de este mundo resulta deplorable, absurda y necia. No es de extrañar lo que dijera el apóstol Pablo: "Se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios". Romanos 1.21-22.

De acuerdo con esta respuesta -la Tierra y todo lo que la puebla, incluyendo al ser humano-, se manifiestan completamente ignorantes del motivo de su existencia y de su destino final. Surgió de las tinieblas pasadas y se dirige hacia la desconocida eternidad. Recuerdo una escena de las primera guerra mundial. Era una noche de luna; a lo lejos se oía el estruendoso retumbar de los cañones, el crujido de las ametralladoras; por todas partes yacían cuerpos de los soldados muertos. En el linde del bosque, sentado sobre el tronco de un árbol caído, un hombre joven, vestido con ropa militar, aprieta con ambas manos su cabeza mientras su cuerpo se estremece en sollozos. Mas que la escena terrenal de la absurda masacre le inquieta la obsesionante pregunta: "¿para i.e. existe el hombre en la Tierra?, ¿Será sólo para comer, beber, luchar, sufrir y morir para luego mezclarse con la tierra como un cuerpo y descompuesto?. Si esto es así en realidad, entonces ¿no sería mejor interrumpir esta absurda y entupida existencia descerrajándome un tiro en la sien?.

El objetivo del "mujik"

Hace dos años, uno de mis amigos, caminando por la calle en las afueras de la ciudad, vio a un mujik que trabajaba en el camino. Dirigiéndose a él le preguntó: "Tú, ¿i.e. haces aquí?, "Estoy cavando un pozo, señor", le contestó sin pensar el peón. "¿para qué.?, "Para tener rublos, señor". ¿Para i.e. necesitas los rublos?" "Para comprar comida y alimentar el cuerpo", respondió el mujik apoyándose sobre su pala. "¿para i.e. necesitas alimentar el cuerpo?" "Para que otros puedan cavar otro hoyo para mi", prosiguió el peón después de una breve pausa.

En las respuestas del caminero se descubre claramente la contestación de la gente de este mundo al interrogante respecto al origen y la existencia del hombre en la Tierra; se responde que apareció como producto de una naturaleza ciega, existe para cavar pozos, ganar rublos (dinero), alimentar su cuerpo a fin de poder cavar más pozos, hasta que llegue el tiempo en que otro le cave el último pozo, cubriéndole con la tierra, para así terminar la historia de sus obras y de su existencia sobre el planeta.

Todo el afán existencial del hombre contemporáneo se limita únicamente a ganar dinero y alimentar su cuerpo. Nuestra cultura, la industria, el comercio y demás actividades se reducen, en síntesis, a una especie de cavar hoyos; desde luego por personas diferentes, ocupadas en diversas actividades o industrias. Estados enteros, a fin de poder ensanchar los territorios para obtener mayores ventajas o evitar que otros estados les quiten las suyas, hacen a sus ciudadanos inventar y construir armas mortíferas y así poder cavar, en determinados momentos, mayor número de hoyos.

Al limitar el crimen de los estados, algunos individuos se lanzar en pos de diversos pequeños delitos y subterfugios con el único objeto de abrir pozos con mayor facilidad, ganar dinero por el camino más cómodo y satisfacer las necesidades físicas. Inclusive mucho de lo que es santo, e ideal para el hombre, o sea diversas instituciones religiosas de nuestros días, se transforman en pozos lucrativos, modos de hacer dinero que permita a sus obreros religiosos seguir el juego de cavar hoyos.

Desde luego, si la sabiduría de este mundo es veraz; si el hombre apareció en la Tierra sin saber de donde, por un capricho ciego de la Naturaleza; si se ignora por i.e. y se desconoce hacia donde se dirige, entonces ¿i.e. significan los breves días que pasa sobre la Tierra? No importa i.e. pozo esté cavando, con tal de poder organizarse mejor y dar la máxima satisfacción a su cuerpo. De esta manera resultarán verdaderas las palabras que Pablo pronunciara en su oportunidad: "...comamos y bebamos, que mañana moriremos" 1 Corintios 15.32.

Habiendo considerado brevemente estas respuestas, dirijamos nuestra mirada a la Biblia. Sin embargo, inmediatamente surge la pregunta:

¿Qué es la Biblia?
Los sistemas religiosos tienen sus autoridades; la ciencia, por su parte, tiene sus expertos, las observaciones y los cálculos sobre los cuales basa sus deducciones. Pero ¿sobre qué está basada la respuesta de la Biblia?. ¿Cuál es su autoridad para que el hombre pueda aceptar su respuesta como única, infalible y exacta?.

La Biblia no es, como algunos la consideran, una historia del pueblo hebreo, o el libro de texto de la religión judía y de la religión cristiana; como tampoco es una colección de leyes morales.

La Biblia es la palabra viva y eterna de Dios viviente. Es la respuesta del Creador a la pregunta de su criatura, el hombre, acerca del origen de la Tierra y de todo lo que la habita; y, sobre todo, acerca de la razón de la existencia del ser humano en el pasado, en el presente y en el futuro. La Biblia no necesita que se defienda su autoridad, como el Sol no necesita prueba de que irradia luz y calor, iluminando y calentando la Tierra.

Lo que el Sol cumple en la vida física en la Tierra, la Biblia ha venido realizándolo a través de largos siglos en la vida espiritual del hombre: alumbra y da calor a la vida intelectual y espiritual de los hombres. Allí donde no alcanza el calor del Sol, donde no penetran sus rayos, la vida vegetal es débil y pobre; asimismo, los pueblos y países que no viven bajo la influencia de la Biblia, vegetan pobremente en su condición espiritual, moral e intelectual.

El misterio del pueblo judío y la influencia de la Biblia

El pueblo de Israel ha sido la primera comunidad en la cual la luz divina llegó a penetrar. Este pueblo fue el portador y el portavoz de la Biblia, y a través de los siglos estuvo, y está puesto en un nivel elevado entre los demás habitantes de la Tierra.

Si el hebreo es un erudito o científico, es vanguardista; si es músico, es el mejor; si es abogado, es un experto; si es un comerciante, es el más adelantado y progresista. Los hebreos, si son relojeros, sastres o peluqueros, resultan mucho mejores que otros. Si es comunista, no va a ser un simple miembro del partido, sino un dirigente. El hecho de destacarse en cualquier esfera no consiste en dotes especiales naturales, sino en la luz de la Biblia que este pueblo recibió antes que otros pueblos.

Existen tres ramas del cristianismo; el Catolicismo, la Iglesia Ortodoxa y el Protestantismo. Este último se encuentra bajo mayor influencia de la Biblia. Entre los países protestantes y los católicos y ortodoxos se nota una gran diferencia, semejante a la que existe entre el Sol y la Luna. Aquél lleva luz y calor, mas esta refleja los rayos solares que penetran en ella en una cantidad ínfima. El protestantismo vive bajo los rayos directos de la Biblia y, por lo tanto, su vida es mucho más sana en lo mental, cultural, espiritual, moral y material que la vida de aquellas iglesias que durante siglos han vivido y desarrollado sus estructuras religiosas al margen de la Biblia.

En los mismos países sajones existen grupos que se encuentran bajo diferentes grados de influencia de la Biblia. Pertenecen a la misma nacionalidad, disfrutan de las mismas leyes cívicas, tienen las mismas posibilidades que otros ciudadanos. Las personas que viven bajo la influencia directa de la Biblia están en un nivel muy superior que aquellos que no son iluminados de un modo directo con esta luz vivificadora, o sea, que viven indiferentes o ajenos a ella.

En pueblos enteros, como así también en cada familia donde la luz de la Biblia nunca se apaga, entre las personas que viven bajo su dirección reina el gozo, la libertad, la cultura y el progreso.

Donde la Biblia es rechazada y menospreciada observamos oscuridad espiritual y cultural. Estos son hechos irrefutables por muchos siglos afirmados sobre la Tierra entre naciones y pueblos: y por medio de esta realidad la Biblia misma justifica su autoridad sin apenas necesidad de otras pruebas.

Desde el primer libro de Moisés, el Génesis, hasta el último, el Apocalipsis de Juan el teólogo, la Biblia fue escrita durante aproximadamente quince siglos. Sus autores vivían en distintos países, se hallaban en diversas circunstancias, pertenecían a diferentes clases sociales; entre ellos hubo reyes, herederos de tronos, sacerdotes, pastores y pescadores. Empero, dichos autores fueron inspirados y llenos del mismo Espíritu. Eran instrumentos de Dios e intérpretes de su sola voluntad.

Moisés, en su primer libro, dice de dónde y para qué vino el hombre a la Tierra. Juan, en el Apocalipsis, escribe respecto hacia dónde va el hombre y cuál es su eterno porvenir.

Si convivimos muchos años con una excelente persona y después de haber seguido su vida y sus palabras nos convencemos de que siempre habló solamente la verdad, ¿podemos acaso pensar de ella que en lo sucesivo cambie y hable mentiras?. A través de miles de años, y hasta la actualidad, todo lo que está registrado en la Biblia se cumple; éste es el sello fiel de su autoridad. ¡Verdad, verdad y solamente verdad es todo lo que dice la Biblia!. Esto lo puede afirmar el hombre que la estudia y se guía por ella en su vida personal. Verdaderamente la Biblia es la Palabra de Dios: fiel, viva y eterna. Es la respuesta de Dios a la pregunta: "¿De dónde y para qué vino el hombre a la Tierra, y cuál será su porvenir?".

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