cap.10 LA CONVERSIÓN DE ISRAEL

teruruguay@gmail.com  (pág.  177-178)

El Señor, que vino en ayuda de sus escogidos en respuesta a sus incesantes oraciones, habiendo destruido primero el grueso de las fuerzas adversarias, envía ahora sus mensajeros con gran voz de trompeta por toda la Tierra, anunciando a los santos  que se encuentran esparcidos por el mundo entero que su redención se ha consumado, que ha venido Aquel a quien  esperaban y personalmente les aguarda en Palestina (Mateo 24:30-31).

El resto de Israel que estaba en el desierto y los dispersados por toda la Tierra, así como también los creyentes de otros pueblos, embargados de gozo, con la ayuda de los enviados  del Señor, se concentran en Palestina.

El velo puesto sobre los ojos de Israel por muchos años es quitado ahora totalmente. El pueblo ve en toda su desnudez la terrible y nefasta equivocación de sus padres al rechazar en su tiempo al verdadero Mesías,  y su propio error al no atender la voz de sus enviados Moisés y Elías,  aceptando por corto tiempo al falso mesías como a su rey largamente esperado.

Y ahora, ante el anuncio de que El personalmente los espera, temblando de gozo y de temor, van para ver cara a cara a su Mesías.

El profeta Zacarías previendo este gran momento en la historia de Israel, dice:  "Y derramará sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén,  espíritu de gracia y de oración, y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por  hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito" (Zacarías 12:1014)

El pueblo, reunido en Jerusalén, experimenta una regeneración, nacional completa por el Espíritu Santo, conforme (o sea, después de la derrota de todos los pueblos) derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas..." (Joel 2:28-29).

El espíritu de Dios que participó antiguamente en la creación de la Tierra y del hombre, y que fue dado al pueblo de Dios como divinal nodriza a fin de educarlo, guiarlo y transformarlo a la imagen de Dios, pero a quien el hombre mundano rechazó desde los días del diluvio hasta el fin.  El Espíritu que regeneró, organizó y arrebató a la Iglesia de la Tierra, y en el tiempo de los juicios sobre el mundo permanecía con el Señor y su Iglesia en el trono,  ahora retorna a la Tierra juntamente con Cristo y su Iglesia para permanecer en ella y opera en primer lugar la regeneración nacional de Israel. El espíritu de Dios revela delante del pueblo a Cristo Jesús como el Mesías; y bajo su influencia enternecedora Israel mirará a El, a quien traspasaron sus padres, se arrepentirá de tantos años de pecados y recibirá su perdón. Israel lo aceptará como a su Mesías, y el Mesías los recibirá como a su pueblo para siempre jamás.

La recolección de Israel y de todos los santos ha terminado. La reconciliación entre el Rey y sus ciudadanos se ha consumado. Ahora llega el momento para el decisivo juicio sobre los restantes vivientes de la Tierra.

Todos estos acontecimientos habían sido advertidos por el Señor a los pueblos por medio del profeta Joel con las siguientes palabras:  "Porque he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén, reuniré a todas las naciones y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra" (Joel 3:1,2).

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