CAP 7. La gran tribulación - pag. 122-124

teruruguay@gmail.com
(pág. 122-124)

El tiempo de la Gran Tribulación de siete años se llama también en las Escrituras la Hora de la Prueba, la que debe venir sobre todo el mundo a fin de probar a los moradores de la Tierra.  Al Enoc del mundo antediluviano Dios lo llevó consigo antes de que viniera la hora del juicio sobre el mundo de entonces.  De la misma manera El promete ahora a su actual Enoc-Iglesia; "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré en la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero para probar a los que moran sobre la tierra" (Apocalípsis 3:10).  Esta promesa del Señor está fundada sobre la promesa que El diera mucho antes a la Iglesia, antes de abandonar temporalmente el mundo terrenal y está expresada por El en estos términos: "Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Juan 14:1-3)

"Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo" "Te guardaré de la hora de la prueba" Esta promesa deberá ser cumplida. A los suyos El llevará consigo para guardarlos de la hora de la prueba, porque cuando ésta tenga lugar en todo el mundo, la Iglesia ya estará allá donde El está, junto al trono judicial,  como órgano consultivo durante el pronunciamiento de la sentencia.

El cumplimiento de dichas promesas, el llamamiento del Enoc contemporáneo antes de que el mundo llegue a la Gran Tribulación deberá tener lugar en virtud de las siguientes circunstancias: Cristo, habiendo consumado su misión redentora en su tiempo, ascendió al cielo y se sentó en el trono, donde se encuentra hasta el día de hoy.

El Espíritu Santo, quien organiza y dirige a la Iglesia de Cristo, se encuentra en la Tierra, dando testimonio delante del mundo, llamando al arrepentimiento a la Humanidad e invitando a las últimas almas destinadas a formar parte de la Ecclesia.

El diablo, con todas sus huestes, tiene su trono en la atmósfera terrestre. Como principe, que señorea en el aire obra en la Tierra, en los hijos de desobediencia, como lo expresa la Sagrada Escritura. Esto es, mediante sus ángeles dirige los pensamientos del mundo pecador que se opone a Dios (Efesios 2:1-3).

Este panorama de circunstancias espirituales relacionadas con la Humanidad terrestre existe hasta nuestros días. Pero antes de la Gran Tribulación estas circunstancias atenuantes deberán cambiar completamente.

A la voz del arcángel y la trompeta de Dios que anuncian al Universo este acontecimiento Cristo desciende del trono para bajar a la Tierra. En el momento de su aproximación a la atmósfera aérea, y bajo la presión de su poder, el diablo y sus legiones abandonan los límites del aire y descienden a la Tierra, lugar de su último enfrentamiento y postrera batalla con Cristo. La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, se separa de la Tierra y entra en el aire, lugar que hasta entonces era ocupado por el diablo y sus huestes: y allí en el aire se encuentra con su Cabeza-Cristo y se une con El para siempre, para ser su inseparable e indestructible cuerpo. El Enoc espiritual es arrebatado de la Tierra            (1a. Tesalonicenses 4:16-18).

El diablo, al hallarse circunscrito a la superficie de la Tierra, su último campo de lucha, consolida su trono en la persona de su anticristo, espíritu diabólico encarnado, o superhombre por así llamarlo, y somete a los pueblos de todo el mundo. Por eso, la Escritura dice;  "Por lo cual alegraos, cielos y los que moráis en ellos.  ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. (Apocalipsis 12:12)

El mundo antediluviano tenía, empero, a otro personaje además de Enoc, quien no conformaba su vida con la corriente de todo el mundo, sino que era justo y recto, andando delante de Dios en medio del ambiente depravado que lo rodeaba. Esta persona fue Noé con sus hijos y las esposas de éstos      (Génesis 6:9).

Comentarios

Entradas más populares de este blog