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CAP. 12  EL TERCER MUNDO, DISPUESTO PARA LA ETERNIDAD
                LA CIUDAD  CELESTIAL.   (pag.  218-219)

Aquí surge la pregunta: ¿Dónde está esas ciudad? No  existía en los días de Abraham, ni en Mesopotamia, ni en Egipto, ni en Canaán:  tampoco existe  actualmente en ninguno de los estados terrenales. Asimismo no la vemos en el reino milenario de Cristo sobre esta Tierra. Entonces , ¿Dónde está?. 

Los patriarcas  y los profetas vivían en regiones donde a veces aparecen espejismos. ¿Puede ser aquella ciudad un espejismo, un a ilusión de los sentidos?. Abraham y los profetas eran hebreos, y los hebreos , hasta nuestros  días, no se dejan guiar por espejismos. Ellos generalmente creen en aquello que ven y pueden recibir. La Escritura  subraya que dicha  ciudad es firme y real. 

En la época de la máxima caída moral y espiritual en el pueblo de Israel, cuando el número de los creyentes en Dios disminuía cada vez más y cuando para el resto  llegaba a ser difícil seguir las leyes de Jehová, para animar a este pequeño remanente el Señor, por medio del profeta Isaías, dice:  "Porque he aquí yo crearé nuevos cielos y nueva tierra: y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá  al pensamiento". (Isaías  65:17)

En otras palabras, el Señor dice a sus súbditos: "Siervos míos, vosotros  sois pocos, os encontráis desdeñados  de los otros, estáis necesitados y afligidos. Vuestros corazones están cargados de tristeza. Pero mirad. Yo voy a crear nuevos cielos y nueva tierra. Y éstos serán para vosotros un país eterno. Y cuando entréis en él, entonces esta tierra temporal con todos sus dolores, aflicciones, pecados, luchas y privaciones no serán más recordados por vosotros y no vendrán más a vuestro corazón."

Lo prometido por medio de Isaías y lo que profetizó el apóstol Pedro lo confirma  también un tercer testigo - el  apóstol Pablo - en las siguientes  palabras:  "Conozco a un hombre  en Cristo,  que  hace catorce años  fue arrebatado hasta el tercer cielo (2 Corintios 12:2). Al parecer,  en una oportunidad, Pablo fue llevado en espíritu  por Dios al taller  divino donde se está preparando el tercer cielo y la tercera  tierra. Y cuando el apóstol vio las futuras moradas gloriosas de los santos, dice de ellas;  "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman".  (1 Corintios 2:10)

Encontramos en la Biblia que cuando Dios anuncia o revela algo siempre toma dos o tres testigos. En este caso, para revelar la verdad sobre los nuevos  cielos y nueva tierra, lo confirma por medio de unos cuantos testigos. Y lo que vieron como a través de un vidrio empañado los tres primeros testigos, el cuarto de ellos, el apóstol Juan, lo ve en toda su grandeza y gloria. 

Al final del capítulo  20 del Apocalipsis  el apóstol Juan  habla acerca del gran trono blanco y del que está sentado sobre el mismo, de cuya presencia desaparece el cielo y la tierra, esto es, nuestro actual planeta y su cielo atmosférico. Bajo la figura de  huida se expresa el cuadro  de la catástrofe atómica, momento del cual el apóstol Pedro dice: "Los cielos,  encendiéndose, serán deshechos  y los elementos, siendo quemados, se fundirán."

Pero después de este panorama Juan ve otro completamente distinto, acerca del cual dice: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron y el mar ya no existía más" (Apocalipsis 21:1).

Como vemos, los mares  actuales, que ocupan una extensión mucho más amplia que la superficie de la tierra firme, desaparecen totalmente de la superficie terrestre, Ellos son indispensables  para la actual y temporaria vida de la humanidad, por cuanto sin ellos ninguna vida vegetal y orgánica sería posible sobre la Tierra. Las actuales  condiciones en la Tierra son creadas para multiplicación de la Humanidad hasta cierto límite determinado para la edad del hombre y su preparación hacia la vida eterna. 



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