CAP 10 preparativos para una guerra atómica...

teruruguay@gmail.com (pág. 170-172)

PREPARATIVOS PARA UNA GUERRA ATÓMICA EN LA ESTRATOSFERA SOBRE PALESTINA.

Armamentos con instrumentos destructivos sin precedentes hasta nuestros días; innumerables tropas movilizadas se dirigen a Palestina. Destacamentos de distintos tipos con armas adecuadas se ubican en lugares estratégicos alrededor de Jerusalén y del monte de los Olivos. Se sitúan rampas de lanzamiento de cohetes abastecidos con proyectiles atómicos y de hidrógeno. Las fuerzas aéreas del superhombre también son concentradas en Palestina, para que la lucha se desarrolle a tales alturas que no infeccione la atmósfera respirable con intoxicación radiactiva.
Los destacamentos reunidos, compuestos por los más devotos adoradores del anticristo, impulsados con la audacia de Satanás, semejante a la anterior guardia de Hitler, desde el cuartel general del superhombre difunden incesantemente mensajes animadores prometiendo el pleno éxito en la batalla, con proclamas tales como: “No permitiremos a los extraterrestres que toquen la Tierra, iremos con nuestra armada aérea a su encuentro y los aniq1uilaremos en el aire; si fuera necesario, haremos estallar proyectiles en la estratosfera que elimine a las naves espaciales mucho antes de llegar a nuestra atmósfera, pues “¿quién es semejante a nuestro jefe, y quién podrá combatir con él y derrotarlo?.” Estas soberbias exclamaciones animan todo el tiempo a los destacamentos concentrados.
Finalmente todos los preparativos están concluidos, cada cual está en su puesto. Enormes telescopios apuntan al espacio, los radares escrutan el firmamento. Se aguarda la última orden y la última señal de parte del jefe desde el cuartel general para precipitarse en la loca batalla. El momento espantoso que advierte la tensa espera parece interminable. No sabemos cuánto tiempo va a durar, pero cuando la tensión alcanza el punto máximo, de pronto, en medio del día, el Sol comienza a oscurecerse paulatinamente y aparece un enorme disco lunar de color de sangre. En las estrellas se nota un extraño movimiento jamás visto hasta el momento. Terribles sacudidas subterráneas convulsionan la Tierra. Devastadores torbellinos con fuerza impresionante arrancan todo cuanto encuentran a su paso. Estrellas del cielo o meteoritos, semejante a lluvia de fuego, comienzan a caer y esparcirse sobre los destacamentos concentrados. Los aparatos aéreos son destruidos; los cañones se convierten en fragmentos. Un espantoso bramido en el agitado mar Mediterráneo ensordece la voz de mando que pretende guardar la disciplina. Los hombres se tambalean como ebrios; las filas de tropas en formación se rompen. La audacia que llenaba los corazones de los soldados se torna en espanto.
Todo deseo de lanzarse a la lucha desaparece, y también desaparece la última posibilidad de lucha, porque no se ve adversario alguno y las desencadenadas fuerzas de la Naturaleza se precipitan contra la Tierra movidas por mano invisible; el horror se pinta en los rostros.
El terror provoca muerte masiva; los soldados perecen de parálisis del corazón. Para terminar lo antes posible con esta situación se suicidan asesinándose uno al otro (Apoc. 6.4). La sangre se derrama a raudales, porque la muerte repentina es más deseada que la tensa espera, horrible e incierta.
El Señor Jesucristo, hablando de estos acontecimientos dice: “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas” (Lucas 21.25-26). Y en otro lugar dice: “El sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas” (Mateo 24.29; Marcos 13.24-25).
El profeta Zacarías, previendo el momento que hemos descrito dice: “Y acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura… Y ésta será la plaga con que herirá Jehová a todos los pueblos...; la carne de ellos se corromperá estando ellos sobre sus pies, y se consumirán en las cuencas sus ojos, y la lengua se les deshará en su boca. Y acontecerá en aquel día que habrá entre ellos gran pánico enviado por Jehová; y trabará cada uno de la mano de su compañero, y levantará su mano contra la mano de su compañero” (Zacarías 14.6, 12-13)

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